A la Imagen de Cristo
Colosenses 3:8-11

"Las Puertas del Hades"

 "Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella." Mateo 16:18

Estas son las palabras que Jesucristo habló a Pedro después de que él confesó en el versículo 16 que Jesús era el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Esta es sólo una pequeña oración dicha por Jesús, pero que habla mucho acerca de la iglesia. A medida que estudiamos la Palabra de Dios, aprendemos que la iglesia no es edificios hechos de ladrillo y cemento, madera y clavos, sino que es organismo compuesto de individuos que han colocado su confianza en el Señor Jesucristo para la salvación de sus almas. Estos individuos no son llamados cristianos por el lugar donde asisten, sino porque han puesto su confianza en Cristo y le siguen.

Una de las primeras cosas que un estudiante cuidadoso de la Biblia observará es que la iglesia no existía al tiempo que Jesús habló estas palabras. Noten que Jesús dijo, "Yo edificaré mi iglesia". Él está hablando aquí en tiempo futuro. Esto no tendría ningún sentido si la iglesia estuviera ya en existencia. También vemos que la iglesia pertenece al Señor Jesús, porque Él se refiere a ella como "mi iglesia". La iglesia no pertenece a ningún individuo personal, familia o grupo, no importa cuán importante o famoso o rico puedan ser. Uno puede poseer un edificio o un pedazo de tierra, pero no una iglesia. La iglesia pertenece al Señor Jesucristo, porque Él la compró con Su propia sangre (Hechos 20:28). También aprendemos que el Señor Jesús es el constructor maestro de la iglesia. Él dijo: "Yo edificaré mi iglesia". El Señor es quien añade a la iglesia; podemos colaborar con Él, pero es el Señor quien da el crecimiento (Hch. 2:47, 1 Co. 3:6-7).

Como ya hemos visto, con sólo cuatro palabras el Señor nos ha enseñado muchas cosas maravillosas concerniente a la iglesia. Aún así, creo que una de las inapreciables verdades para el creyente se halla en la parte restante del versículo: "y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella". La verdad que es enseñada aquí es más preciosa porque claramente declara la seguridad de salvación que el creyente tiene. Hay muchos hoy día que enseñan que una persona puede ser salva y aun así de alguna manera perder la salvación. Algunos dicen que una persona puede perder la salvación por voluntad propia, diciendo que ya no más desea ser salvo, otros enseñan que una persona puede perder la salvación por el pecado voluntario.

Aquellos que piensan que un creyente verdadero podría perder la salvación por cualquiera razón encontrarían difícil reconciliar su creencia con este versículo. Como vemos, si sólo una persona perdiera la salvación, esto haría a Jesús mentiroso en este versículo, ya que las puertas del Hades en realidad prevalecerían contra la iglesia. Nos ayudaría entender acerca de lo que Jesús estaba hablando cuando dijo esto de las puertas del Hades. En las Escrituras la muerte y la tumba son  llamadas  Infierno o Hades. Hechos 2:26-31 es un buen ejemplo de esto cuando se habla acerca del Señor Jesús.

"Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua, y aún mi carne descansará en esperanza; porque no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción. Me hiciste conocer los caminos de la vida; me llenarás de gozo con tu presencia. Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy. Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono, viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción".

En Lucas 16:19-31 leemos acerca del hombre rico y Lázaro. En el verso 22 leemos "y murió también el rico, y fue sepultado; Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos". En este pasaje aprendemos que el cuerpo del hombre rico estaba sepultado en una tumba pero su alma estaba siendo atormentada en el Hades. El Hades, entonces, es el lugar para aquellos que mueren en sus pecados, aquellos que nunca clamaron el nombre del Señor para salvación (Ro. 10:9-13). Es un lugar de gran inflexible tormento y eterno sufrimiento (Ap. 14:9-11; 20:10-15).

Las puertas del Hades se abren para recibir al muerto pero nunca se abren para dejarlo escapar. Este es un pensamiento sobrio. Amigo, si muere en esta vida sin Jesucristo como su Señor y Salvador, su habitación será en los tormentos y sufrimientos del infierno donde será el lloro y el crujir de dientes. No es posible escaparse de ese lugar. La única vez que la muerte y el Hades entregarán los muertos es cuando los muertos sean juzgados y lanzados al lago de fuego junto al muerte y al Hades (Ap. 20:13-15). Esta es la ira de Dios que todo hombre merece por su rebelión y pecado contra Él. Aun así, por Su gran amor por nosotros, Dios envió a Su Hijo, el Señor Jesucristo a morir en nuestro lugar. Dios derramó Su ira en Su propio Hijo, el divino Sustituto, para que nunca vean la ira de Dios ninguno de aquellos que coloquen su confianza en Jesús como Señor y Salvador. Esa ira de Dios  es la segunda muerte. Pero en lugar de ira, Dios da vida eterna a aquellos que confían en Su Hijo (Juan 3:16, 5:24, 10:27-30). Ellos nunca verán la muerte segunda. Por esto es que digo que aquellos que creen que puedes perder esta gran salvación tendrían que hacer a Jesús mentiroso cuando El dijo, "Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas de Hades no prevalecerán contra ella". Como ven, si aunque sea un Cristiano individual (Recuerden que la iglesia está formada por individuos que colocan su confianza en el Señor Jesús) pudiera perder la salvación y terminar tras las puertas del Hades, entonces las puertas del Hades en realidad habrían prevalecido contra la iglesia. La muerte todavía tendría su aguijón y la muerte tendría su victoria. El apóstol Pablo no sería capaz de declarar estas palabras en 1 Corintios 15:54-57,

"Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. Dónde está, oh muerte tu aguijón? DÓNDE, oh sepulcro, tu victoria? Ya que el aguijón de muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo".

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