ALERTA DE TORMENTA
 

“También debes saber esto; que en los postreros tiempos vendrán tiempos peligrosos”
(2 Timoteo 3:1).

    “Alerta máxima del Servicio Nacional Meteorológico...

    El Servicio Nacional Meteorológico ha puesto una alerta máxima hasta las 6:00 de la mañana del sábado por la posibilidad de que se produzcan fenómenos tormentosos acompañados de tornados, que podrán alcanzar velocidades de 200 km/h en las zonas alertadas.  Se aconseja que la población que habite en estas zonas de alerta estén pendientes de los medios de comunicación para posibles cambios en la previsión meteorológica”.

    

    2 Timoteo 3:1 nos da una visión profética y una alerta sobre el final de la era de la iglesia. Las alertas de tormenta de Dios son aún más serias que las del Servicio Nacional Meteorológico. Eso quiere decir que cuando leemos una, debemos de prestar atención y tomar acción. Hagamos un paralelo a las palabras de la alerta del Servicio Nacional. “Una alerta de tiempos peligrosos significa que las condiciones son favorables para el desvío, el error y el mal espiritual en, y cerca de, la zona de alerta. Las personas en estas zonas deben estar pendientes de las condiciones espirituales peligrosas y consultar a las Escrituras para información y avisos adicionales”. Hay una declaración y una alerta posteriores en 2 Timoteo 3:13 que nos dice que las cosas no están mejorando. “Mas los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados”.

    En el versículo uno tenemos un aviso: “También debes saber esto”, dice el apóstol bajo inspiración divina. Esto no es una suposición ni una conjetura, sino una declaración clara sobre cosas que sin duda alguna llegarán a ocurrir. ¿Cuándo? “En los últimos días”, se nos dice. La palabra es eschatos y significa “extremo, sumo” (Hch. 1:8) o “último en el tiempo”. El final de la era presente está claramente en mente. Hay muchos avisos en el Nuevo Testamento sobre los últimos días. ¿Los conocemos, y los tomamos en serio? Aquí se nos avisa claramente del peligro: “vendrán tiempos peligrosos”. Esta palabra, “peligroso” viene de una palabra traducida como “feroz” en Mateo 8:28. Significa complicado, difícil de soportar. ¿Por qué serán los tiempos complicados y difíciles de soportar? Porque “las condiciones son favorables para el desvío, el error y el mal espiritual en, y cerca de, la zona de alerta”. ¿Cuál es la zona de alerta? Sigue leyendo. Pero el aviso dado en el versículo uno debe de despertarnos y ponernos a todos en alerta. Viene una tormenta y tiene un poder destructivo.

    En los versículos 2-5a tenemos una descripción de las condiciones. Dieciocho condiciones peligrosas y destructivas se describen en los versículos 2-4. Estas condiciones empiezan con un amor extraviado (mal dirigido, desencaminado). En vez de amar Su venida (4:8), “habrá hombres amadores de sí mismos”. En cierto sentido este es el pecado padre que engendra a los demás. Sin embargo hoy el amor propio no sólo se enseña en el mundo, sino también en las iglesias, gracias a la llamada “psicología cristiana”. Sin duda, al escribir estas palabras, Pablo estaba impresionado ante el cambio futuro. En Romanos 7:18 dijo claramente: “y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien”. En Lucas 9:23 el Señor demandaba que Sus seguidores se negaran a sí mismos diariamente. El amor propio y la voluntad propia no tienen lugar en el reino de Dios. La próxima palabra en esta descripción es “avaros”, que quiere decir literalmente “amantes de la plata” y entonces “amantes del dinero”. Primera de Timoteo 6:10 dice que el amor al dinero es la raíz de todos los males. Y sin embargo las cosas que puede comprar son fuerzas poderosas hoy. El materialismo abunda, y sin embargo los materialistas están ciegos; ¡creen que los avisos acerca de los ricos y sus riquezas son para alguien más rico que ellos! Alguien dijo que en el billete del dolar estadounidense las palabras “en Dios confiamos” deberían cambiarse a “en este dios confiamos”, y seguramente tenía razón. El amor a uno mismo y el amor al dinero son malvados y destructivos. Seguimos leyendo y la descripción no mejora: “vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural (otro amor extraviado), implacables, calumniadores, intemperantes (pasiones indómitas), crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que a Dios”. Esto último se podría traducir: “amantes de los deleites en vez de amantes de Dios”, y esa es exactamente la idea aquí. Es otro amor extraviado. Algo indigno del amor ha desplazado, expulsado y ahogado el amor a Dios, que es el primer y más grande mandamiento. Conocerle es amarle, pero ¿quién tiene tiempo o interés? Hoy las personas aman la música, el deporte, la comida, la aventura, la televisión, las películas, las novelas y miles de otras cosas. Se aman toda clase de deleites, pero a Dios no se le ama. Al leer los versículos 2-4 vemos juntarse nubes negras de tormenta en el horizonte y sentimos como aumenta el viento. Vienen problemas, pero ¿dónde? ¿Cuál es la zona de alerta?

    Encontramos la información cuando leemos la primera parte del versículo 5. “Que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella”. Las personas de la iglesia. Tienen una apariencia de piedad, exteriormente. Se llaman cristianos y profesan conocer a Dios. Pero con sus obras le niegan (Tito 1:16). No tienen ningún poder espiritual, no tienen victoria sobre el pecado, no tienen una vida piadosa de devoción amante al Señor. Son impotentes, como un coche sin motor, están vacíos por dentro. Esas condiciones terribles, pecaminosas y destructivas descritas en los versículos 2-4 siempre han estado en el mundo desde los primeros capítulos de Génesis. Son los mismos viejos pecados de siempre, por decirlo así. Romanos 1 también habla de ellos, y da una lista aún más larga. Pero la diferencia es que en los postreros días estos pecados y estas personas pecaminosas van a infiltrarse en la iglesia. Las barreras de la separación, una palabra olvidada entre los evangélicos, no solo se han bajado, ¡sino que han desaparecido! Esto es por lo que los tiempos son peligrosos, difíciles de soportar. Porque la zona de alerta es la iglesia. En tiempos pasados, cuando el comportamiento de una persona encajaba con los versículos 2-4 estaba claro que no era creyente. Hoy en día la gente no piensa con tanta claridad. Los cristianos profesantes llenan las iglesias y van en multitud a los “conciertos cristianos” para disfrutar del entretenimiento ofrecido. Es la era de la iglesia orientada al consumidor, y si quieres que sea grande (que en América equivale al éxito), tienes que darle a la gente lo que quiere. Consulta a los estrategas del marketing o a los expertos en crecimiento eclesial. Pero si la gente viene por motivos tan egoístas, y si todo cuanto tienes que hacer es “levantar la mano”, o “hacer una oración” para ser salvo, sabemos el por qué de estas condiciones. No ha habido predicación del Evangelio, no ha habido declaración del pecado, no ha habido convicción, no ha habido ningún despertar para huir de la ira venidera, no ha habido arrepentimiento, no ha habido fe en nuestro Señor y Salvador Jesucristo – así, no ha habido salvación. Lo que vemos hoy no tiene nada que ver con la iglesia apostólica del cristianismo del Nuevo Testamento, sin embargo, todos somos felices. Los postreros días y los tiempos peligrosos están aquí. ¡El mundo se ha infiltrado en la iglesia y es difícil distinguir entre los dos! De hecho, muchas personas en las iglesias nunca han visto condiciones de santidad y separación. “Nacieron” en una iglesia donde ya había entrado el mundo, y estas terribles condiciones les parecen completamente normales. Tiempos peligrosos, sí, ¡tiempos de confusión y falta de discernimiento! “Condiciones favorables para el desvío, el error y el mal espiritual en, y cerca de, la zona de alerta”. El potencial para el daño es grande, ¡y la zona de alerta es la iglesia! ¿Qué hemos de hacer?

    En el versículo 5b tenemos instrucciones. Cuando la gente sabe que se acerca una tormenta, dedican todo su tiempo a prepararse, a tapar las ventanas, juntar provisiones y a veces a evacuar la zona de peligro.

    Nuestro Señor dijo: “porque los hijos de este siglo son más sagaces...que los hijos de la luz” (Lucas 16:8). Hemos recibido una alerta, y nuestras instrucciones son sucintas y claras, no complicadas o técnicas. Dicen: “a éstos evita”. Podríamos decir: “aléjate del peligro”. Estas son las instrucciones apostólicas, y más, ¡son instrucciones divinas! La idea es evitar la clase de personas descritas en los versículos 2-4. Sabemos cómo evitar un charco o una persona desagradable, y deberíamos ser más diligentes en evitar a estas personas descritas. No hemos de tener comunión con ellas. Tiene que haber separación, a nivel personal y a nivel de asamblea. Los ancianos han de hacer caso a la Palabra, y asimismo todo creyente individual. Aún así muchos vacilan en lugar de hacer lo que dice la exhortación. Quizá están involucrados amigos o familiares. Quizás tienen miedo del menosprecio o el no ser invitados a ciertos círculos. Nuestro amor por el Señor y Su Palabra debe eclipsar toda otra preocupación. La única manera de evitar la contaminación y el daño es evitando a las personas descritas en nuestro texto. Acuérdate, no estamos hablando de no tener contacto con la gente del mundo que sabe que es inconversa y viven de acuerdo a eso. Debemos de alcanzarles y testificarles, no bajo sus términos, sino bajo los de Dios. La exhortación a evitar significa no tener comunión con aquellos quienes se llaman a sí mismos cristianos, “teniendo apariencia de piedad, pero negando la eficacia de ella”. No podemos andar con ellos porque no estamos de acuerdo (Amós 3:3). Pero hay algo más aparte de “a estos evita”. El versículo 14 dice: “pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido”. La palabra clave aquí es “persiste”. Sigue, no cambies, persevera. Timoteo había sido enseñado por el apóstol Pablo, y tenía que seguir fiel a lo que había aprendido. Tenemos que asegurarnos de que lo que hemos aprendido es doctrina apostólica, no las ideas de los hombres, técnicas de marketing, etc. Que cada uno de nosotros sea fiel a las enseñanzas del Nuevo Testamento. Que hagamos caso a los avisos y seamos diligentes en responder a las exhortaciones, y más preocupados por obedecer al Señor que por agradar a los hombres o mantener el status quo. Debemos recordar que hombres como Pablo nos han dado estas instrucciones, y que estos “santos hombres de Dios hablaron movidos por el Espíritu Santo”. Una terrible tormenta de mundanalidad y falsa profesión se cierne sobre las iglesias. Que el Señor nos ayude a todos a hacer caso a las alertas e instrucciones de la Escritura, y que nos salve del daño y la pérdida espiritual.

 

Carlos T. Knott

traducida de la revista Missions, marzo, 2004, por Emily Knott de González