CARTA A UNA HERMANA EN PELIGRO

Querida hermana:

    ¿Está usted buscando un esposo bueno y fiel? Hay dos señores que quieren facilitarle un esposo.

    El primero se llama en Efesios 2:2 el “príncipe de la potestad del aire” Él tiene una familia grande y ellos se llaman los hijos de la desobediencia. Ellos no han obedecido al evangelio (ver 1 Pedro 4:17), y el apóstol Juan los llama “hijos del diablo” (1 Juan 3: 10). Una hija de Dios que se case con uno de éstos tendrá al diablo por suegro y le será imposible guardarle a él fuera del hogar. Pero el diablo es astuto, y él y los suyos pueden disfrazarse como ángeles de luz o ministros de justicia, con tal de engañar a un creyente y tenderle trampa. No han sido pocos los que han profesado ser creyentes para poderse casar con un creyente del cual estaban enamorados, por no decir encaprichados. Se bautizarán, irán a reuniones de iglesia, y harán casi lo que se les pida para “entrar en el círculo” y conseguir casarse con la persona que desean. Incluso se engañan a sí mismos, pensando que se han convertido cuando es todo una obra de teatro dirigido por los deseos carnales y por la mente del príncipe de la potestad del aire, el engañador maestro.

    Algunos de los hijos de este príncipe de las tinieblas son de buen parecer, amables, decentes y educados, pero no hay luz en sus corazones. Son entenebrecidos y son llevados cautivos por el diablo a la voluntad de él. Cuando una joven que confiesa el nombre del Señor se rebela contra Su palabra: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos” (2 Corintios 6:14), ella se convierte en una hija de desobediencia y pone en tela de duda si es salva o no. El amor es ciego y Satanás emplea muchas artimañas para enredar a una dama en un compromiso. Es como una araña que amarra a una mosca en su tela.

    El otro que le puede proveer un esposo se llama el Príncipe de la vida y paz. Desde el momento en que uno cree en Él como su Salvador, Él lleva el nombre de la tal persona sobre su corazón. Sus ojos están puestos en los suyos día y noche. Él es la fuente de toda bendición y felicidad. Tiene una familia grande y está llevando “muchos hijos a la gloria” (Hebreos 2: 10). Es infinitamente sabio, nunca se ha equivocado, y es digno de toda nuestra confianza.

    El sí sabe si usted debe casarse o no, y sabe cuándo y con quién se debe casar. Si usted debe casarse, lo cual sería el caso normal de la mayoría de las personas, el Señor sabe como nadie más con quién debe casarse. Pero hay que tener cuidado, no con el Señor, sino con algunos de Su casa que quieren hacer el trabajo de Él. Están dispuestos a arreglar parejas, y piensan que hacen un servicio, pero sus conocimientos no son infinitos, tampoco lo es su sabiduría, y como seres humanos puede equivocarse fácilmente. Por esto aconsejamos que esperes en el Señor, porque Él sabe lo mejor.  Si es Su divina voluntad que te cases, Él y nadie más tiene el esposo idóneo para usted, y quiere que usted tenga un hogar donde Él sea honrado. Se contenta cuando sus hijos le obedecen, y dice: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15). Pero se aflige cuando sus hijos echan por detrás de la espalda Su Palabra y obedecen a otras voces, a las de seres humanos que operan en una esfera que no les corresponde, a la voz de sus pasiones, o la voz de Satanás. Cualquiera de estas voces puede sacarle a un creyente de la voluntad de Dios que es buena, perfecta y agradable como ninguna otra (Ro. 12:1-2). Así se equivocó nuestra primera madre, Eva, y ella tuvo que llevar un castigo de dolor y lágrimas, es decir, tuvo que vivir con las consecuencias de su error y pecado.

    Le aconsejó encarecidamente que se pare en el camino y pregunte por “el buen camino” (Jeremías 6:16). “Andad por él”, dijo Dios por el profeta, “y hallaréis descanso para vuestra alma”. No sea rebelde como aquellos de quienes habló él, que contestaron: “No andaremos”. Hable al Señor en oración en esta noche. Pida su perdón por rebeldía contra la Palabra de Dios, y busque su consejo, con la Biblia abierta. Pida fortaleza para evitar el desastre en su vida, y que el Señor le bendiga.
 

Nótese: Esta carta está igual de válida para el hermano en Cristo que busca esposa. 

Adaptado de un artículo que apareció en la revista “Nuestra Santificación”, una compilación de escritos por S. J. Saword (1894-1988), publicado en Venezuela, 1999. Tomado de:  CONGREGADOS EN MI NOMBRE, Año 2003, Nro. 1